Yom Kippur

Estudiar el Día de Expiación anual del pueblo hebreo resulta una experiencia renovadora (Lev. 16:5-34). Sobre todo, si se estudia en su marco debido. Durante la realización de este importante ceremonial el pueblo, como un todo, debía escudriñar su corazón profundamente mientras el sumo sacerdote ministraba en el interior del santuario (Lev. 16:29, cf. 23:32). Este escudriñamiento profundo o “afligirse” del pueblo no era más que una forma peculiar de expresar el arrepentimiento genuino del pueblo por los pecados cometidos durante el año, y que ahora, en esta solemne ocasión serían removidos del Santuario por la sangre derramada del macho cabrío (Lev. 16:15,16). Este profundo arrepentimiento conducía a cada verdadero adorador a identificarse completamente con la víctima sacrificada y con el ministerio intercesor del sacerdote en el Lugar Santísimo.
Levítico 16, cuando se estudia con el espíritu debido, sin prejuicio, y se logran ver sus proyecciones tipológicas, no constituye una descripción aislada del ceremonial del Día de Expiación, sino una ocasión en la que el Evangelio y la verdad del juicio aparecen maravillosamente vinculadas. Por ejemplo, en Lev. 16:30 leemos: “Porque en este día se hará expiación por vosotros, para purificaros. Y quedaréis limpios de todos vuestros pecados ante Jehovah”. En el cap. 23:28 se nos dice también: “Ningún trabajo haréis en este día, porque es el día de la expiación, para reconciliaros ante Jehovah vuestro Dios”. Luego se añade la siguiente declaración: “El que no ayune en ese día, será cortado de su pueblo. El que haga algún trabajo en ese día, yo lo destruiré de entre su pueblo” (vv. 29,30). En las dos primeras declaraciones tenemos la verdad del Evangelio, purificación, limpieza de pecados y reconciliación con Dios (1 Juan 1:7,9; 2 Cor. 5:19). Y en la tercera tenemos el juicio (Hech. 17:31; Juan 5:22). Por consiguiente, el Día de Expiación se constituía en una representación en miniatura del gran Día de Expiación final que nuestro gran Sumo Sacerdote, Cristo Jesús, está realizando en el "verdadero tabernáculo que levantó el señor [‘en los cielos’] y no el hombre" (Heb. 8:1,2; Dan. 7:9,10,13-14; 8:14; 9:12,23). Precisamente esta verdad doble (evangelio/juicio) es la que encontramos en el mensaje de primera ángel: “Vi a otro ángel que volaba por el cielo, con el Evangelio Eterno para predicarlo a los que habitan en la tierra, a toda nación y tribu, lengua y pueblo. Decía a gran voz: ¡Reverenciad a Dios y dadle honra, porque ha llegado la hora de su juicio!” (Apoc. 14:6,7).
El significado básico de la palabra “expiación” es “reconciliación”. Es así como la emplearon los escritores del Nuevo Testamento. El término “expiación” refleja “la idea fundamental de restablecer la armonía en una relación”, por consiguiente, donde hubo separación ésta fue ser eliminada “por el proceso de cubrir el problema, producir la reconciliación”. Cuando esto se entiende, descubrimos que si el Evangelio revela el grito desesperado de Dios: “Hijo vuelve a casa, no estoy enojado contigo”; el Día de Expiación final que se está realizando ahora en el Santuario celestial, es el último grito de Dios que se extiende en la actualidad a su pueblo diciendo: “Hijos vuelvan a casa, no estoy enojado con ustedes, reconcíliense finalmente conmigo” (cf. Isa. 1:18). Debemos entender entonces, que cuando se habla de “Expiación final” se está hablando de la “reconciliación” definitiva que tendrá lugar entre Dios y su pueblo antes de que termine el tiempo de gracia. El Apocalipsis nos dice que vendrá un momento en la Historia de la Redención, en la que, despojada de toda justicia propia, la iglesia se habrá preparado para la Boda del Cordero (Apoc. 19:7,8).
Las Implicaciones de esta Enseñanza para Nosotros Hoy
La realidad del Día de Expiación que se está llevando a cabo en el Santuario celestial nos invita solemnemente a considerar las implicaciones que tiene. Es un llamado a la reflexión más profunda que hemos podido protagonizar.
1) Implica que debe haber un autoanálisis sincero, profundo y detenido de nuestra experiencia religiosa. Debe realizarse un arrepentimiento genuino de la misma manera que el pueblo hebreo debía realizarlo. En 2 Cor. 13:5, leemos: “Examinaos a vosotros mismos para ver si estáis en la fe. Probaos a vosotros mismos. ¿No reconocéis que Jesucristo está en vosotros? A menos que estéis reprobados”. En esto consistía la “aflicción” del pueblo mientras el sumo sacerdote están purificando el Santuario (cf. Lev. 16:31).
Nota: Esto significa que el pueblo remanente tiene que tener un entendimiento profundo de lo que constituye el verdadero arrepentimiento. Generalmente se cree que este maravilloso “don” (Hech. 5:31) se experimenta de forma esporádica solamente. Por ejemplo, cuando creímos y fuimos convencidos de pecado, y luego en nuestro diario vivir, si pecamos. Esto es un grave error. El arrepentimiento tal y como lo menciona la Biblia es una experiencia continua y ascendente que se profundiza y expande durante toda nuestra peregrinación, yendo en aumento hasta que se consuma antes de que termine el Día de Expiación.
2) Implica que el estado de patente rebelión en el que nos hemos venido desenvolviendo como iglesia y como individuos debe llegar a un final. Debe realizarse una reconciliación definitiva entre Dios y su pueblo remanente. No en vano es llamado el ministerio celestial de Cristo el día de “Expiación final”. El estado patente de neutralidad que nos caracteriza como miembros y líderes de la iglesia debe desaparecer. Debe ocurrir un cambio decidido. “Yo reprendo y disciplino a todos los que amo. Sé, pues, celoso, y arrepiéntete” (Apoc. 3:19).
3) Implica que lo que fue una imposibilidad para el pueblo de Dios en otro tiempo como un todo, será hecho posible ahora: perfección de carácter y perfecta unidad entre nosotros como cuerpo de Cristo. Dios debe tener esta vez un cuerpo de creyentes que puedan estar de “pie” ante su manifestación gloriosa “sin mancha”. Bien lo expresó el apóstol Pedro: “Oh amados, ya que esperáis estas cosas, procurad con diligencia ser hallados en paz con él, sin mancha ni reprensión” (2 Ped. 3:14; cf. Efe. 5:27; Col. 1:22). Precisamente ese grupo de creyentes existirá. El profeta Juan los llama: los 144,000 siervos de Dios (Apoc. 7:3,4). De ellos se dice: “En sus bocas no se halló engaño, porque son sin mancha” (Apoc. 14:1-4). Dios tendrá en el último tiempo, el pero de la historia, un cuerpo de creyentes que lo apreciará verdaderamente como Él es y que identificará su honor con el Suyo y que lo amará de tal manera que el pecado dejará de tener dominio sobre ellos.
4) Este día de “Expiación final” implica que no sólo los pecados conocidos serán eliminados, sino también los pecados que están ocultos a nuestros ojos serán manifestados y borrados. Moisés nos dice: “Pusiste nuestras maldades ante ti, nuestros pecados ocultos, a la luz de tu rostro” (Sal. 90:8, cf. 139:23,24). La historia del rey Ezequías es un buen ejemplo de esta gran verdad (2 Cron. 32:31). En el corazón de Ezequías estaba escondida esa pequeña “semilla” de pecado inconsciente que más luego se convertiría en el “árbol” de todo el mal que cometió conscientemente. Cuándo pensó Ezequías que sus acciones futuras lo llevarían a robarle a Dios la gloria que su nombre merecía por el milagro que realizó en su favor, y que engendraría un hijo tan perverso como Manases, de quien se dijo: “...hizo lo malo ante los ojos de Jehovah, según las abominaciones de las naciones que Jehovah Dios había echado de delante de los hijos de Israel... y Manases los indujo [al pueblo de Israel] a que hiciesen más mal” que las naciones paganas de aquel entonces (2 Rey. 21:2,9).
Nota: El Espíritu de Profecía dice que las diferentes “circunstancias” por las que pasamos han servido para poner “en nuestro conocimiento” nuevos defectos de “carácter pero nada se ha revelado que no estuviera” en nosotros (Review and Herald, 6-8-1889). Y dice además que “cada uno [de nosotros] posee rasgos de carácter todavía ignorados y que deben ser puestos en evidencia por la prueba”. “El les revela en su misericordia sus defectos ocultos... Dios quiere que sus siervos se familiaricen con el mecanismo moral de su propio corazón” (Joyas de los Testimonios, tomo III, p. 191; tomo I, p. 457). La siguiente cita es reveladora: “...en la terminación del gran Día de Expiación... la iglesia militante será puesta en grave prueba y angustia... [y] sus miembros serán completamente conscientes del carácter pecaminoso de su vidas, verán su debilidad e indignidad...” (Joyas de los Testimonios, tomo II, pp. 175,176).
El Día de Expiación Final y las Normas Bíblicas
Se ha querido negar la relación que existe entre el Día de Expiación y las normas bíblicas. Semejante descuido o error ha llevado a muchísimos adventistas a desviarse a una conducta incorrecta en el vestir o en la reforma pro-salud, justificando lo que ellos mismos saben no es correcto. El problema que enfrentamos como iglesia con el asunto de las vestimentas, el eso de las joyas y los cosméticos parece una batalla perdida. Da pena ver como algunos hermanos ya gastados de luchar con nuestros miembros liberales de la iglesia pregunta que cuál es la posición de la iglesia al respeto. Y si existe una posición, ¿cuánto le importa a algunos miembros que ya están envueltos en estos asuntos? ¿Para qué preguntar por cual es el camino, sino estamos dispuesto a transitar por él? Muchos lo que desean es subir su calificación en la material de la hipocresía. Porque, auque pregunta, ¡ya tiene la respuesta! La decisión ya está tomada. Aquí vale preguntar si estos hermanos no están formando ya parte de aquellos que Cristo mencionó cuando dijo: “Cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?” (Luc. 18:9). Muchos miembros de iglesia han estado retrocediendo en algunos aspectos desde hace mucho tiempo en lugar de avanzar, y lo peor de todo es que están siendo empujados por algunos dirigentes faltos de una visión clara de la verdad de Dios para este tiempo. Las citas que leeremos están en el contexto del Juicio Investigador, y aunque fueron dadas en un momento y contexto histórico específico, evalué por usted mismo si se aplican ahora o no. De hecho, el Día de Expiación todavía no ha concluido, por lo tanto siguen teniendo el mismo significado.
“Estamos en el gran día de la expiación... [y] ¿Cuál es nuestra condición en este tremendo y solemne tiempo? ¡Ay! Cuánto orgullo prevalece en la iglesia, cuánta hipocresía, cuánto engaño, cuánto amor al vestido, la frivolidad y las diversiones, cuánto deseo de supremacía. Todos estos pecados han nublado las mentes, de modo, que no pueden ser discernidas las cosas eternas... ¿No llegaremos a entender plenamente la obra que se está efectuando por nosotros en este tiempo y el puesto que nosotros, como pecadores, debiéramos ocupar mientras se lleva a cabo esta obra de expiación (o reconciliación)? Si tenemos alguna preocupación por la salvación de nuestra alma, debemos efectuar un cambio decidido. Debemos buscar a Dios con verdadera constricción; con profunda constricción debemos confesar nuestros pecados para que puedan ser borrados” (Mensajes Selectos, tomo I, p. 146).
“Los que acarician y lisonjean el yo, fomentado el orgullo y la vanidad, dando al vestido y a la apariencia personal el tiempo y la atención que debiera darse a la obra del Maestro, están sufriendo una perdida terrible. Muchos que están vestidos con bellas prendas externas no saben nada del adorno interior que es de gran precio a la vista de Dios. Su fina vestimenta cubre un corazón que es pecaminoso y enfermo, lleno de vanidad y orgullo” (Ibíd., pp. 91,92).
“¿Qué estáis haciendo, hermanos, en la gran obra de preparación? Aquellos que se unen con el mundo están recibiendo el molde mundanal [y están] preparándose para [recibir] la marca de la bestia” (Testimonios, tomo 5, p. 216).
El gran Día de Expiación final está llegando a su culminación. Por lo tanto, el tiempo que estamos viviendo es el más solemne de todos. Pero también es un tiempo oportuno para reconciliarnos con nuestro tierno y amante Salvador. El aun espera por nosotros, no lo hará por siempre, pero aun espera.
¿Cuál es nuestra respuesta?

Véase al detallado artículo La Doctrina de la Expiación y la Purificación del Santuario. En el se presenta un estudio detallado sobre la realidad del Santuario celestial y la doctrina de la Expiación en el contexto del libro de Apocalipsis

Héctor A. Delgado

Comentarios

Flia.Rojas Lazo ha dicho que…
Las cosa secretas pertenecen a Jehóva nuestro Dios mas las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para siempre, para que cumplamos todas las palabras de esta ley.(Deuteronomio.29:29)

Bianaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecia y guardan las cosas en ella escritas porque el tiempo esta cerca.(Apocalipsis.1:3

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